Abstract
En el proceso de escritura de un texto dramático se cruzan diversos campos de indagación y se parte de diferentes impulsos; estos pueden ser determinados y diseñados o pueden ser realizados de forma intuitiva o inconsciente. Sin embargo, sea cual fuere el procedimiento que impulsa o compaña el proceso de escritura, una parte de nosotros está siempre trabajando de forma activa, tal y como lo hace en cada momento de nuestra vida, “La memoria”. Nuestra capacidad de introspección, el vernos interiormente, el
poder recorrer los caminos que habitan nuestros recuerdos, es una de las capacidades que nos permiten sostener un estado de conciencia estable desde donde designamos el mundo y significamos nuestras experiencias. Cuando escribimos la capacidad de introspección trabaja en muchos caminos, por un lado está construyendo un universo ficcional que yo misma me impulso a crear, y por otro, está trayendo de mis registros, de mis recuerdos, los insumos necesarios para nutrir el mundo ficcional.
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