Resumen
En los más remotos orígenes del teatro, cuando aún el pensamiento humano estaba regido por las leyes del mito, el primer actor fue el chamán que bailaba disfrazado de macho cabrío. Tallo dicen los testimonio pehistóricos. Tomar la piel de un animal para representarlo era adquirir los poderes y atributos de aquel, y, de algún modo, entregarle la conciencia para asumir, miméticamente, un determinado comportamiento.
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